Enedina Mejía no sabía dónde estaba Norwalk, California. Pero eso no la detuvo para llegar. Un día antes decidió no ir a la fábrica donde trabaja de lunes a viernes. No quiso arriesgarse a que la dejara el autobús y decidió pasar la noche en la terminal de Tijuana, Baja California. Varias veces preguntó si ése era el autobús que la llevaría a Norwalk. La respuesta fue la misma. Sí ése es.
Enedina no se intimidó frente a la recepcionista del Double Tree de la ciudad de Norwalk, que la miró con curiosidad. Llegó con una maleta improvisada, vestida con un suéter negro de manga larga, una cachucha que le cubría los ojos y debajo una pañoleta verde que le cubría las mejillas.
El cansancio de no haber dormido la noche anterior era evidente en su caminar. Se desplomó en un sofá que la invitó al descanso. Una foto de Carlos Márquez sonriente frente a uno de los salones del hotel, le dio la confianza de que estaba en el sitio correcto. Yo no sé cómo llegué, pero llegué. No reservé lugar. No tengo teléfono para hablar desde Tijuana, no sabía donde estaba Norwalk, pero llegué.
Enedina vive en una de las colonias en las afueras de Tijuana. Trabaja en una maquiladora. Su rutina es de 6 de la mañana hasta las 5 de la tarde y sus manos tienen huellas del trabajo duro que ha realizado por tantos años. Antes de trabajar en maquiladora. Trabajé muchos años en el campo y también limpié casas.
Oriunda de la Sierra Gorda en el estado de Querétaro, quedó huérfana de padre a la edad de 10 años. A esa edad se le asignó el cuidado de sus sus tres hermanos. La muerte repentina de su padre, obrero de una de las minas, dejó en el más completo desamparo a su madre y sus hermanos. Mi madre tuvo que salir a buscar trabajo porque no teníamos que comer. Nadie nos ayudó y vivimos mucha miseria.
A la pregunta de que si alguna autoridad intervino para que recibieran alguna indemnización por la muerte de su padre en la mina, respondió. Muchos se murieron en las explosiones de esa. Eso era seguido. Cuando murió mi papá a los 30 años también otros diez se murieron. Pero nadie hacía nada. No había ninguna ayuda de nada. Las familias salíamos adelante como podíamos.
Enedina sonríe aliviada cuando se le informa que sí alcanzó asiento en la gira empresarial de ese día viernes. Yo sabía que Carlos no me iba a dejar sin lugar. Desde que lo empecé a escuchar. Yo dije. Esto es lo que yo andaba buscando. El objetivo de Enedina es encontrar el importador de perfumes y empezar a vender mercancía entre sus compañeras de la fábrica. Yo sé que voy a lograr lo que me propongo. A mí siempre me gustó el comercio. Yo quiero tener mi propio negocio. No sé cómo, pero lo voy a tener. Aseveró Enedina, antes de abordar el autobús que la llevó a recorrer, junto con otras cincuenta personas, las bodegas de los importadores de mercancía más grandes de Los Angeles.