Hoy lunes 8 de julio a las 12 del mediodía en el Cementerio All Souls de Long Beach enteramos a mi abuela Ignacia Ruiz de Vásquez. Ese es el nombre que llevó en vida, pero todos la conocimos como Nachita. Le sobreviven: Seis hijos, tuvo siete pero uno se le murió cuando tenía 30 años, 32 nietos, 62 bisnietos y 8 tataranietos.
Ella siempre dijo que el día que ya no pudiera comer, que Dios me recoja. No quiero ser carga para nadie. Y Dios se lo concedió a la edad de 94 años. Aprendí de ella agradecer por todo, sobre todo por las cosas más sencillas.
Su vida no fue fácil. Se quedó huérfana de madre cuando sólo tenía 7 años. Su padre la dejó con sus abuelos para emigrar a Estados Unidos. Ella me platicó que después él la mandó traer y alcanzó a ir durante un par de años a la escuela en la ciudad de Chicago. Para su papá resultó muy difícil criar a su hija y la regresó con sus padres de nuevo a San Luis Potosí.
Siempre sonriente, tú sabías que mi abuelita estaba cerca porque siempre la escuchabas cantando una canción. Una mujer que trabajo sin quejarse, saco a sus hijos adelante y logro vivir una larga vida. Hasta en sus últimos meses ella siguió siendo la Nachita que todos queríamos. Hace dos años la llevé a San Luis Potosí a ver a su hija mayor, Macaría. Ahora me doy cuenta que fue a despedirse, qué bueno que lo hice y no me quedé con el sentimiento de no haberlo hecho.
Estoy seguro que desde el lugar especial donde se encuentra, ella seguirá bendiciéndonos. Nachita tenía como costumbre darnos la bendición cada vez que nos despedíamos de ella.
Un viaje a México no estaba completo sin la bendición de mi abuelita.
Carlos Márquez.